Redacción (AFP). “Durante las dos horas que vienen a jugar, olvidan sus miedos, los bombardeos y la guerra”, dice Muayad Abu Afach, entrenador de un equipo de la Franja de Gaza donde los niños van a jugar a la pelota, descalzos sobre la arena.
En Jan Yunis, ciudad palestina del sur del territorio costero, son decenas los que se entrenan tanto como les permite el conflicto que asola la Franja de Gaza desde hace ocho meses.
“Este proyecto para que los niños puedan jugar al fútbol vio la luz porque ya no hay actividades deportivas, todas las infraestructuras de los estadios han sido destruidas”, añade Abu Afach, promotor de la iniciativa.
“Tenemos miedo”, asegura Jaled al-Akhras, mientras sus hijos se entretienen correteando sobre un terreno de juego.
“Pero hemos aprendido a practicar nuestras aficiones y a seguir viviendo, pese a las bombas que caen sobre nuestras cabezas”, añade ante AFP este padre de familia.
Causas de la guerra
La Franja de Gaza está siendo aislada por una guerra desencadenada por el ataque sin precedentes de Hamás el 7 de octubre en Israel, que provocó la muerte de 1.194 personas, mayoritariamente civiles, según recuento a partir de datos oficiales israelíes.
En respuesta a ese ataque, Israel lanzó una ofensiva en el territorio palestino que ha provocado al menos 36.550 muertos, esencialmente civiles, según los datos del ministerio de Sanidad del gobierno de Gaza, dirigido por Hamás.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA por sus siglas en inglés) ha denunciado que más de 1,7 millones de palestinos han tenido que desplazarse por los combates.
“Queremos ser felices”
El propio Muayad Abu Afach tuvo que abandonar la ciudad de Gaza (al norte) para ir a Jan Yunis, antes de tener que ir incluso más al sur.
Después acabar regresando sobre sus pasos, al ritmo que marcaban las operaciones militares israelíes.
También desplazados, los niños no tienen escuela, excepto aquellos que se benefician de algunas iniciativas locales improvisadas, pese a la falta de profesores.
Si las ONG organizan regularmente animaciones (como talleres creativos o las actuaciones de payasos y marionetas), la mayor parte de los niños y jóvenes pasan sus días en las calles, sin hacer nada.
El impacto de la guerra
“Todo ello tiene un impacto enorme en su estado de ánimo, en su salud mental”, denuncia el entrenador, que recuerda la importancia de las relaciones sociales y de la actividad física para los niños.
Por todo ello, cada partido que se celebra tiene un pequeño perfume de victoria, ya que hace unas semanas, Abu Afach todavía buscaba un balón y un silbato para poder organizarlos.
“Los niños se entrenan descalzos”, describe desde el lateral del campo, asegurando que teme que el terreno esté sembrado de trozos de cristal o de otros objetos susceptibles de herir a los jóvenes aficionados de Lionel Messi o de Kylian Mbappé.
Si el proyecto fructifica, significará que la religión del fútbol tiene evidentemente sus adeptos palestinos.
El fútbol, una distracción
A finales de abril, pese a las amenazas de una operación militar de gran envergadura que pesaban sobre Rafah, territorio sin salida en el sur de la Franja de Gaza donde se hacinan cientos de millas de desplazados, decenas de jóvenes se reúnen para ver por televisión el ‘Clásico’ de la liga española entre Real Madrid y Barcelona.
En medio de aquel gentío, enloquecido por las imágenes del partido, se encontró Watan Ahmed, un joven vestido con la camiseta de la Juventus que describió a AFP el ambiente vivido.
“Míralos a todos, están exhaustos, lo han perdido todo, todos han perdido a alguien de la familia o conocidos, pero queremos ser felices y las cosas simples de la vida nos hacen felices”, finalizó.
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